A propósito de los últimos casos de suicidio en Baní

Por Carlos Segura

https://www.notisurbani.com/images/Carlos_Segura_escritor_foto.JPGLa progresión del suicidio en Baní amerita que le echemos, si quiera a vuelo de pájaro, una mirada a lo que dicen los analistas de este fenómeno, que siempre podemos analizar desde dos perspectivas, no excluyentes sino más bien complementarias, una perspectiva centrada sobre el individuo, Schneidman (1999) y otra sociológica, Durkheim (1897).

Schneidman, que centra su análisis sobre el individuo, nos dice que toda persona proclive al suicidio tiene una ambivalencia vivir/morir, y es precisamente esta ambivalencia la que explica que solo una parte de las personas que piensan en el suicidio pasen al acto, y también la que da la posibilidad de intervenir a los sicólogos y trabajadores sociales para evitar que ocurra.

Schneidman también nos recuerda que hay una tendencia en el ser humano a imaginarse más fácilmente lo peor que lo mejor y también a subestimar su capacidad a sobreponerse a las dificultades, corresponde pues al profesional de la salud ayudarlo a imaginarse lo mejor y a ver sus posibilidades de salir a flote, a entender que su sufrimiento no es eterno, que pasará como todas las cosas.

Continuando con este enfoque centrado en el individuo, he aquí una lista propuesta por los profesionales de la salud, sicólogos, trabajadores sociales, que en Canadá trabajan en la prevención del suicidio:

–Trabajar la ambivalencia

–Transmitir esperanza al paciente

–Trabajar con las personas de su entorno, familia, amigos

–Insistir en las razones que tiene para vivir

–Hacer hincapié en las fortalezas y los recursos del individuo para superar sus dificultades

–Dar continuo seguimiento

–Jamás banalizar el problema, quien intenta o habla de la posibilidad de suicidarse requiere de un servicio de urgencia, de igual manera que quien recibe graves heridas luego de un accidente o una crisis cardíaca. En ambos cacos, es la rapidez y eficacia de la intervención lo que aumenta la posibilidad de salvar la vida.

Pasemos ahora al enfoque sociológico del problema.

Es Émile Durkheim (1858-1917), uno de los fundadores de la sociología moderna, quien en su obra Suicidio nos ofrece por primera vez un acabado estudio de este fenómeno desde una perspectiva sociológica.

El suicidio es un fenómeno social, nos dice Durkheim, tesis aparentemente contraintuitiva, ya que es un acto cuyas apariencias son individuales, parece siempre el resultado de una crisis existencial, pero para el sociólogo de sentido agudo que es Durkheim esta explicación se queda en la causa aparente, y es precisamente por eso que se dejan siempre de lado las circunstancias sociales susceptibles de esclarecer el extremismo de elegir morir.

Nos advierte que cada tipo de sociedad tiene su forma de suicidio, y pasa de inmediato a tipificar el fenómeno en cuatro formas:

1) La forma egoísta, causada por una integración insuficiente del individuo, el cual se retira de la vida por exceso de individualismo, es lo que se da con frecuencia en las llamas sociedades avanzadas. Inversamente, una sociedad con muchos individuos solidarios y que de manera coherente relaciona a sus miembros unos a otros de tal manera que se protegen entre sí, sus miembros tienen poca posibilidad de suicidarse, pero cuando uno de sus miembros, voluntaria o involuntariamente es apartado del grupo, corre un mayor riesgo.

De manera, que el suicidio varía en función inversa del grado de integración de los grupos sociales a los cuales los individuos forman parte.

2) A la inversa, existe también el suicidio altruista, está forma específica del fenómeno se explica por el exceso de integración: el individuo está tan inmerso en el grupo que es capaz de sacrificar su vida por los valores colectivos que lo animan, los kamikazes de los grupos fundamentalistas islámicos son un buen ejemplo;

3) Por el contrario, el suicidio puede ser provocado por un relajamiento del control de la sociedad, que DurKheim califica de anomia (desorganización social como resultado de ausencia de normas comunes en la sociedad, crisis de valores), esta forma se explica por la incapacidad de la colectividad a moderar las aspiraciones individuales, lo que produce estados de frustración extrema;

4) En fin, el suicidio fatalista, que comete el sujeto cuando el porvenir le parece desprovisto de esperanza.

A La Luz de estas reflexiones de Kurheim, los dejo libres de escoger las causas sociales del siempre sensible fenómeno del suicidio, que en estos momentos nos golpea en Baní.